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sábado, 14 de septiembre de 2013

EXALTACIÓN DE LA CRUZ

Nos dice el Señor Jesús que todo aquel que quiera ser su discípulo que renuncie a sí mismo, cargue con su cruz y lo siga. En estas simples palabras se encierra la gran y perfecta invitación y vocación al seguimiento de Cristo.
No es por lo mucho que hagamos que podremos llamarnos verdaderos seguidores, sino que la medida será la capacidad de renuncia a nosotros mismos y el amor a la cruz.
La renuncia a nosotros mismos es un trabajo cotidiano que todo cristiano debe cargar en su curriculum vitae, el cual es a modo de experiencia laboral por así decirlo, cuando nos presentemos delante del Señor con todo lo que somos y todo lo que tenemos para pedirle que nos permita seguir sus pasos.
Es el trabajo arduo, y dichoso a la vez, que nos va modelando y moldeando la nueva imagen que como cristianos debemos reflejar: a más renuncias más Cristos.
No podemos ponernos en el camino si no tomamos conciencia de esta radical opción de renuncia, que no solo compromete el carácter, sino que compromete toda la persona, inclinaciones, gustos, anhelos, opiniones y sabiduría humana. Renunciar a nosotros mismos es configurar nuestra voluntad con la voluntad de Dios.
Y en este trabajo cotidiano contamos con la Gracia de Dios que capacita a quienes nos decidimos por Él, es la Gracia que actúa en nuestra naturaleza la que va haciendo crecer los músculos actuantes en las renuncias, porque se necesita fuerza y esfuerzo, pero se necesita mucho más a Dios y su Gracia Santificante.
Bien podemos decir que es un porcentaje mínimo requerido de nuestra parte que es la DECISIÓN y el resto lo hace el Señor que provee la ACCIÓN.
Y esto es gratificante, saber que Dios nos pide algo que es difícil y complicado, pero sin embargo nos capacita para que podamos responder. Por lo tanto, todo el que se decide a renunciar a sí mismo para seguir a Cristo lo puede hacer verdadera, eficaz y libremente acompañado de la Gracia y el Poder de Dios.
Y la renuncia en sí misma ya se torna en cruz, la renuncia ya es cruz, la renuncia ya nos revela la cruz y el sufrimiento, pero también nos revela la satisfacción de la salvación y la alegría de la elección.
Cristo padeció por cada uno de nosotros, si bien San Pablo nos dice en una de sus cartas que Cristo aceptó la cruz cargándola por nosotros, y que sin cambiar su condición de Dios se hizo uno de nosotros, para la gloria del Padre; así nosotros RENUNCIANDO a lo que somos y queremos, nos ofrecemos con Cristo en su cruz para mayor gloria del padre.
En Cristo no tenia ninguna razón de ser la renuncia porque Cristo es Dios, y como Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros, y se entregó en la cruz. Y esa fue nuestra salvación, con su pasión y cruz nos dio vida, nos mostró a toda la humanidad de lo que es capaz de hacer Dios por amor.
Ahora bien, nosotros criaturas, seres humanos, pequeños, sí necesitamos cambiar, necesitamos renunciar a lo que somos para completar la ofrenda de Cristo. Ofrenda demasiado perfecta para que la naturaleza humana y pecadora nuestra se pueda unir, por lo que Jesús mismo nos invita entonces a renunciar a nosotros mismos y luego cargar la cruz.
La cruz es una bendición, la cruz es el primer paso para resucita, la cruz es la gloria de dios que le muestra al mundo que ha sido vencido, le dice a la muerte que ya no tiene prioridad y le confirma al demonio que hay un ÚNICO Y SOLO DIOS y que es El que murió y resucitó y que vive por los siglos de los siglos.
Y en este Misterio tan inmenso e infinito, como es Dios mismo, tenemos participación nosotros, pequeños hijos de Dios, simples criaturas. En este misterio estamos insertos en esos momentos de aflicción, de dolor, de enfermedad, de pruebas, en esos momentos de los cuales queremos librarnos a como de lugar, justamente en esos momentos especiales es cuando estamos más unidos a Cristo, renunciando a nosotros mismos y recibiendo la vida de Dios con mayor potencialidad.
¡Qué difícil se nos hace ver este misterio de amor! Pero aunque no lo veamos, aunque no lo entendamos, aunque lo rechacemos, de todos modos el misterio es misterio y el amor es amor, y sigue sucediendo y brindándose para nosotros en plenitud y eso es lo maravilloso.
Gracias Señor por esta invitación y gracias por tanto amor a través de las cosas que no nos gustan en nuestra vida. Amén!

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