Buscar este blog

lunes, 30 de septiembre de 2013

MARÍA, MADRE DE LA IGLESIA

Trayendo a la memoria el glorioso día de Pentecostés, no podemos dejar de recordar a María Santísima. María, la Madre de Dios, unida en oración e implorando la venida de su Santísimo Esposo sobre esa comunidad naciente. Como en aquella época, María sabe muy bien, lo que todos sus hijos necesitamos. Ella sabe, porque escuchó atentamente a su Hijo, Jesús, que sin el Espíritu de Dios, nada podemos hacer. Ella sabe que el ser humano sin el auxilio que viene de lo alto será incapaz de seguir las huellas de su Hijo, Jesús. Por eso María, la Omnipotencia suplicante, en primer lugar pide insistentemente al Señor que derrame su Espíritu sobre cada uno de nosotros. Ella pide un Pentecostés personal, un reavivamiento espiritual. ella sabe que la única forma de que Cristo se geste, se forme, se haga realidad en la vida de los cristianos es por el poder y la fuerza del Espíritu Santo, su Esposo.

Mirando a la "LLena de Gracia", podemos ver la obra maravillosa del Espíritu Santo. Mirando a María podemos ver la obra acabada del poder santificador del Espíritu Santo. Ella, la Llena de Dios, nos muestra lo que Dios puede hacer si lo dejamos obrar, nos muestra la obra perfecta del poder de Dios.
María es el reflejo de la vida Divina derramada en abundancia en un corazón generoso, ella nos muestra lo que es verdaderamente vivir en la Gracia de Dios.
Y, como en Pentecostés, aún hoy ella sigue al lado nuestro, al lado de los seguidores de Cristo, al lado de los elegidos de Dios, al lado de sus hijos.
Y junto a ella podemos vivir un verdadero Pentecostés, que no será distinto al que sucedió cincuenta días después de pascua, sino que será idéntico y con los mismos frutos y prodigios.
Unidos a ella podemos vivir una verdadera vida pentecostal. 
Recordemos lo que sucedió en Pentecostés en la vida de los apóstoles, fue un antes y un después. La valentía y la sabiduría de Pedro, el arriesgarse, la audacia, la locura de todos ellos que llegaron felices al martirio por Cristo, no es otra cosa que el poder del Espíritu Santo.
Y la vida de la primera comunidad comienza a relatarse tal cual es luego de Pentecostés, antes de Pentecostés era el grupo de los seguidores de Cristo, luego de Pentecostés es la Comunidad Cristiana. Una sola alma, un solo corazón. La comunión de bienes. La vida fraterna. Y María con ellos. No puedo imaginarme, ni debemos imaginarnos una vida comunitaria sin María y mucho menos una vida verdaderamente pentecostal sin la esposa del Espíritu Santo.
Toda vida familiar necesita de la figura materna, la figura materna que es signo de unidad. Y María, la Madre de la Iglesia, es nuestro signo de unidad, nuestro lazo de unidad, nuestro vínculo de fraternidad. Hermanos en Cristo y en María. Donde está Jesús está su Madre. amén

No hay comentarios:

Publicar un comentario