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jueves, 14 de agosto de 2014

LA CORRECCIÓN FRATERNA (Tercera parte)

¿Quién debe corregir?

Todos tenemos el compromiso de cuidar a los hermanos. La corrección debe hacerla quien sabe el pecado del hermano. No es necesario andar desparramando las equivocaciones de los demás para ver quien se anima a corregir. Si, es necesario, que quien lo sabe se sienta responsable de su hermano y lo haga caer en cuenta. Lo corrija y lo acompañe en el camino de cambio que ese hermano va a comenzar. No es solo ir a decirle al otro lo que hace mal, es hacerse uno con el otro y enseñarle que eso que ahora le cuesta en algún momento me costó a mi también y entre los dos ver como superarlo.

Somos guardianes, y debemos guardar delicadamente el alma de nuestro hermano, y no solo el alma, sino también su reputación. Que sea obstinado en un pecado no significa que debe ser lapidado o señalado, significa que tal vez nunca nadie le dijo nada, significa que tal vez no lo sabe, o puede significar que lucha diariamente y no puede superarlo, motivo por el cual necesita más que una corrección un acompañamiento de amor y paciencia.

Hay que animarse a corregir porque eso implica obedecer a Dios. Nadie debe sentirse ofendido cuando se lo corrige ni nadie debe sentirse maestro porque está corrigiendo. El amor hace que la corrección sea equilibrada tanto para quien corrige como para quien la recibe.

Debemos tener en cuenta que la autoridad moral para la corrección ayuda mucho, pero tampoco vamos a dejar de corregir al hermano porque yo también soy pecador. Eso ya se sabe de antemano. Dios lo sabe y sin embargo nos pone a cuidar almas. Lo mismo para quien la recibe, no porque el otro hermano sea pecador no me puede venir a corregir, al contrario, se trata de cuidarnos unos a otros, amarnos a la medida de Cristo que fue capaz de señalar los errores y de perdonar en el momento que fue necesario.

Si no voy a ser capaz de corregir a alguien con el amor que se merece y el acompañamiento que requiere, entonces está bueno buscar a alguien responsable, especialmente dentro de la comunidad, alguien que represente autoridad para que el hermano pueda recibir la corrección. Pero solo a esa persona, nada de andar buscando a uno y a otro para ver quien se le anima, así no es la cosa, el tema es amar y en ese amar buscar la mejor forma para que mi hermano crezca y glorifique a Dios.

Y el amor, el amor es la mayor motivación. El texto citado de la Sagrada Escritura es del antiguo Testamento, Cristo vino a ponerle un nuevo sentido a todo y a todas las prácticas, por lo tanto, ahora a nosotros nos toca el amor, ser profetas del amor de Dios. Llegar al hermano porque lo amo y quiero lo mejor para él en Dios y que mi hermano llegue a mi porque me ama y tiene el mismo interés y propósito.

Sin amor no podemos hacer nada, sin amor ni siquiera podemos plantearnos una corrección y sin amor, es muy probable, que ni siquiera nos animemos a corregirnos nosotros mismos, por eso andamos estancados en el camino de conversión. Si nos falta amor nunca corregiremos ni nos dejaremos corregir. Pero si hay amor la corrección solo será una manera concreta y práctica de demostrarnos cuánto valemos unos para los otros y a través nuestro cuánto valemos para Dios.

LA CORRECCIÓN FRATERNA (Segunda parte)

¿Que es lo que se debe corregir?

El Señor lo dice muy claro: “Pero si tu adviertes al justo para que no peque”. La materia de corrección es el pecado. Todos sabemos que el pecado es una ofensa a Dios. Que puede ser en mayor o en menor grado, pero siempre ofende a Dios. Hay pecados que nos alejan de la amistad con Dios, nos apartan de la vida de Gracia, son los pecados graves o mortales.

Por lo tanto, queda más que claro, que el motivo y/o materia de corrección es el pecado. Todo aquello que pueda hacer que mi hermano se aleje de Dios, y eso requiere de mi parte una atención especial. No como chusma queriendo ver cuando mi hermano cae en pecado, sino con la solicitud del amor, que si Dios me permite ver algo que no le agrada o que le ofende, no me lo hace ver para que me ria, me burle, se lo eche en cara, sino que me lo permite para que yo “temple a mi hermano” “cuide fraternalmente”.

No es motivo ni materia de corrección los defectos de mis hermanos, o todo eso que a mi me moleste, no puedo dirigirme a corregir simplemente porque algo no me gusta o me molesta pero no ofende a Dios, solo me irrita a mi. Eso lo puedo charlar con mi hermano para darle la oportunidad de que se exprese y me comente porqué hace tal o cual cosa, pero tampoco para pedir cuentas del actuar, sino para tratar de entender, comprender y aceptar al hermano como es.
Lo que tengo que buscar incansablemente es cambiar el pecado en el hermano, pero no su remera arrugada que en nada ofende a Dios.

Por ejemplo: Un hermano insiste y persiste en no participar de la Santa Misa los días domingo, no cumpliendo así con la obligación de amor que todos tenemos de santificar las fiestas y celebrar el día del Señor. Y nadie le dice nada, nadie lo invita a dejar esa frialdad de pecado y llegar al calor del sacramento, nadie se ocupa de acompañarlo incluso, porque tal vez no sabe, no entiende, no le gusta ir solo, la familia no lo acompaña (infinidad de motivos), pero todos por ahí andan murmurando que fulano no va a Misa. La corrección en este caso es importante y urgente, no nos podemos callar, no podemos dejar que nuestro hermano, esa alma que está a nuestro cuidado se siga perdiendo, es nuestro deber hacerle ver que eso ofende a Dios y le hace daño a él mismo. Y no hace falta hacerle una exhortación tipo reto, mostrandole el dedo índice: “mira que si no vas a Misa tal cosa” “mira que si no vas a misa tal otra”. El amor es ingenioso. Y una invitación de un hermano un domingo, otra invitación de otro hermano otro domingo, enseñarle, compartirle las vivencias, tratar de que de a poco se vaya dando cuenta de que está en un error ¡ESO ES CORREGIR!

La corrección no es hacerle caer un montón de palabras sobre el alma del hermano y dejar que se levante como pueda, la corrección es decirle al alma del hermano que Dios lo ama y quiere que cada día sea mejor, y que eso que por ahora está haciendo no lo glorifica.


Pero puede suceder que algo grave como este ejemplo no se corrija, pero una pequeña molestia se hace un motivo de corrección. Una molestia podría ser “me molesta que ese hermano hable mucho”. En este caso se le puede decir también, como expresé anteriormente para entender porque actúa así, pero no es pecado hablar mucho. 

LA CORRECCIÓN FRATERNA (Primera parte)

Respecto a este precioso y quisquilloso tema que es la Corrección Fraterna, quiero compartir la cita bíblica del Antiguo Testamento, un oráculo del Señor al profeta Ezequiel, donde le dice lo que debe hacer por su hermano y el compromiso que esto conlleva.
Si el justo deja de hacer el bien y comete la injusticia, pondré una piedra delante de él para que se caiga y morirá. Si tú no se lo has advertido, morirá a causa de su pecado, se olvidarán de las buenas acciones que haya hecho, pero a ti te pediré cuenta de su sangre. Pero, si tu adviertes al justo para que no peque y siga sin pecar, vivirá gracias a tu advertencia, y tú habrás salvado tu vida” (Ez.3, 20-21)

Como podemos observar, la Corrección Fraterna, es en primer lugar la misión del profeta. Una misión es un encargo de parte de Dios que hay que cumplir, que debe cumplirse porque Dios así lo quiere y es algo que le dará gloria, pero no solo le dará gloria sino que beneficiará tanto al profeta como a todos los demás.

No podemos andar por el mundo diciendo que somos profetas si no nos hacemos “Cargo” del hermano. 

En su Palabra, el Señor considera al hermano como una persona “justa”, una persona que pretende vivir bien, que conoce los caminos de Dios, pero también nos hace entender que esa persona justa y con buenos propósitos puede caer, puede cometer errores, puede pecar y ofender a Dios. No por ser justa está libre de pecado, más bien, por ser justa está rodeada de situaciones pecaminosas que a veces no puede superar, o no tiene la fuerza necesaria para superar, o no tiene un “profeta” que le hable de parte de Dios y le haga ver las cosas como debe hacer o decidir para la gloria de Dios.

Dios es muy claro en la misión encomendada al profeta: “Si no le adviertes te pediré cuentas” en cambio “si le adviertes, gracias a tu advertencia habrás salvado tu vida”.

La advertencia al justo es precisamente la Corrección, es decirle al hermano, de parte de Dios, que se aleje del pecado, es hacerle ver el error que está cometiendo, es señalarle el camino correcto hacia Dios y en su santa voluntad.

Somos profetas, tenemos como misión fundamental la corrección del pueblo de Dios, pero como hermanos tenemos la misión más preciosa y especifica que es la corrección animada por la fraternidad. La persona a quien nos toca corregir no es un simple justo, no es un fulano, es un “HERMANO”. A eso se le llama fraternidad. Por lo tanto, es mayor el compromiso, porque en vez de corrección podríamos decir que ejercitamos el “cuidado fraterno” y más, podemos agregarle un plus, es el cuidado fraterno del alma de mi hermano.


Cuando tomemos conciencia de que a eso se refiere la corrección ya no tendremos escusas ni para callar ni para herir, sino que buscaremos siempre el bien como madre solícita que cuida de sus hijos, en nuestro caso, hermanos amantes que cuidan almas para Dios.

¿Que es corregir?
Según el diccionario tenemos varias definiciones: Señalar, enmendar, llamar la atención, moderar, advertir, y otras, pero la más bonita es esta palabra “templar”.

Y templar significa: Quitar el frío de una cosa calentándola ligeramente ¡Qué maravilla! Si pudiéramos reconocer que en cada corrección que hacemos estamos sacando el frío y poniendo el calor del amor, el calor del Espíritu, el calor de Dios en el alma de un hermano. Cada vez que corregimos estamos alentando a dejar la frialdad del pecado para vivir en el calor de la vida de Gracia. Es inestimable el valor de una corrección en el alma ya que la estamos conduciendo hacia Dios, y lo más inestimable es que Dios confíe en alguien que también se equivoca y que también necesita ser templado para hacerlo.

Otra definición de templar es poner un instrumento musical en el tono adecuado, especialmente el propio instrumentista en el momento previo a comenzar a tocar ¡Cómo no alabar a Dios! Es tremendo el encargo que nos hace, es ayudar al hermano a que su alma tenga la melodía de Dios, y la melodía de Dios suena en la Gracia. Es decir, ayudar al hermano a interpretar la música de la vida en Dios. Y más aún, no como simples templadores, por llamarlo así, sino más bien como “propio instrumentista”. Es decir, considerando al hermano como mío. Mi hermano, mi alma, mi regalo de Dios.

¿Quién se anima a decir que la corrección es algo duro o feo? ¿Quién se atreve a decir que la corrección solo hiere o hace daño? ¡NO! La corrección es lo mejor que nos puede pasar y lo mejor que podemos hacer, es cumplir con la misión de profetas.

sábado, 9 de agosto de 2014

DESENMASCARANDO AL DEMONIO (Parte 2)

La acechanza del enemigo es muy fuerte en estos tiempos, estamos ensimismados y metidos en una sociedad consumista, egocéntrica, donde todo vale menos la vida que es el gran regalo de Dios. Y los cristianos no estamos exentos de caer en sus trampas, que muchas veces están disfrazadas de sutileza cristiana, de alta superación, de profunda oración, pero que en realidad no es obra de Dios sino que son armadas por el enemigo de nuestra alma.
 Otras máscaras, no menos nocivas, son las siguientes.

Fortaleza de Ocultismo: Es el gravísimo error en el que se puede caer pensando en que son cosas buenas o que se pueden hacer cosas buenas, y una vez que se entra en este campo es difícil salir. Son una abierta aplicación maléfica de muchas fortalezas ideológicas.  Las fortalezas del ocultismo, son fortalezas de brujería, satanismo y religiones de la nueva era, las cuales invitan a los espíritus guías a operar.  Es la búsqueda de saber más de lo que necesitamos saber, usar medios que no nos ayudan y que nos infectan el espíritu con la presencia demoníaca. El demonio agudiza la curiosidad para que caigamos en sus trampas, el querer saber o el demostrar poder de saber es lo que el demonio usa para hacernos caer. El sobresalir en esta ciencia, el querer demostrar que la iluminación viene del más allá, nos quita la objetividad de la revelación de Dios. Lo que Dios revela es siempre santo y verdaderamente sabio, lo que el diablo revela son suposiciones, son irrealidades, son proyectos que salen de su mente maligna que pueden o no suceder de acuerdo al lugar que se le dé. 
El demonio revela mentiras porque es mentiroso por esencia, y nos aleja totalmente de la verdad. 

Fortalezas sociales: Es la sicosis que se arma en una sociedad por la opresión, por la mala gestión política, por la falta de recursos, por la inseguridad que se vive. Es lo que hace que las personas no puedan vivir en la paz de Dios en medio de las dificultades. Es la opresión sobre una ciudad, en la cual la injusticia social el racismo y la pobreza, con todos sus problemas relacionados.  Hace que la gente crea que Dios no se preocupa por sus necesidades. Este pensamiento es predominante, se escucha por todas partes decir: “Si Dios existiera esto no sucedería”… se lo culpa a Dios de la muerte de inocentes, mientras tanto el mismo ser humano se hace daño. La sociedad embiste de tal forma el sentimiento cristiano que los creyentes ni siquiera se animan a hablar de Dios porque son marginados, maltratados. El demonio va ganando terreno porque los cristianos se llenan de miedo, se dejan ganar por la desesperanza, se dejan llevar por lo que sucede a su alrededor y no logran ver con claridad el actuar de Dios. Los creyentes asumen posturas de víctimas y no salen a evangelizar, no hablan de Dios, solo se limitan al cumplimiento de los deberes mínimos como seguidores de Cristo.

Fortalezas sectarias: causan divisiones, es lo más doloroso en la vida del cristiano, le produce mucho sufrimiento y a la vez lo estimula a buscar quien lo contenga, quien le demuestre cariño. Esta fortaleza se va creando cuando el enemigo puede ver nuestra debilidad en la búsqueda de afectos, de vanagloria, de aplausos. Es ahí donde se mete poniendo su aguijón. Lo hace acercándonos personas que tienen el mismo problema. Cuando no somos capaces de aceptarnos tal cual somos y necesitamos de los demás para valorarnos el demonio, que no tiene escrúpulos, utiliza esa falta de estima propia para acrecentar la división y crear sectas. Sectas no es solamente las religiosas, sectas son los grupos de personas que se reúnen o se juntan, en el sentido de armar camarilla, no para glorificar a Dios sino para glorificarse a ellos mismos. Es un lugar donde reina el orgullo y la soberbia que se desprenden de las faltas de amor y heridas espirituales. La búsqueda de contentos humanos hace que se formen esos grupos que dañan el alma, no porque esté mal agruparse, sino porque lo que está mal es para qué se agrupan. Donde falte Dios siempre habrá lugar para el demonio. Y el demonio sabe usar muy bien los espacios, por pequeños que sean, para usar sus armas en nuestra contra.
Estas reuniones, que no siempre son físicas, producen alejamiento tanto de las personas como de los ideales cristianos. Crean idolatrías y creencias ficticias en las mismas personas, que en su momento fallan y se produce un verdadero quiebre de identidad fatal para el alma y el crecimiento espiritual. Muchas veces esta artimaña consigue enfermedades sicológicas o psiquiátricas de gran rango hasta anular a las personas, es peligroso.

viernes, 8 de agosto de 2014

DESENMASCARANDO AL DEMONIO (Primera parte)

El demonio usa máscaras, y nosotros debemos estar atentos a no dejarnos engañar para no caer en sus redes y hacernos daño y dañar a los demás.
Sobre todo, en la vida familiar, en la vida comunitaria, en la vida de Iglesia, que son los pilares de la sociedad, busca constantemente meterse de una u otra forma para romper, para desarmar la comunión.
El demonio sabe que Dios es poderoso y sabe que los que siguen a Dios con corazón sincero tienen el poder de la gloria de Dios, sabe que si se vive una vida comunitaria como debe ser la gloria de Dios se expande y eso es lo que el quiere evitar.
Estemos atentos para no darle cabida y para que podamos ser destellos de la gloria de Dios, donde estemos, con nuestra vida y con la vida fraterna.

El demonio levanta fortalezas que hay que derribar, son fortalezas que amurallan a las personas, amurallan nuestra mente, amurallan las relaciones y eso es lo que tenemos que combatir. Dios puede hacerlo y nosotros podemos hacerlo en Dios, por lo que debemos tener claridad al respecto.


Fortalezas Personales: artimañas que Satanás construye para influir la vida personal de uno; sin darnos cuenta le damos el total permiso para que entre en nuestra vida y domine nuestra vida ¿Tanto? ¡Si! Su dominio corresponde a ir haciendo cada vez más pronunciado la tendencia al mal, al pecado. Insinúa y propone los vicios como algo normal, como parte de nosotros, como algo que no nos hará daño y que ni siquiera puede ser nocivo para nuestra alma. Nos propone a través de innumerables formas todo lo contrario al plan de Dios haciéndonos pensar que nada de eso es malo, encontrándole excusas a todo y justificación. Llega a tal punto de dominar el pecado personal, los pensamientos, los sentimientos, las actitudes y modelos de conducta personal. No porque pueda meterse en nuestra forma de pensar sino porque nos ha convencido de que todo está bien, que todo sirve para ser feliz, que lo que pide Dios es imposible de cumplir, que después de todo no es tan malo pecar en tal o cual cosa… nos lleva a disentir con las enseñanzas de Cristo o mejor dicho, nos contrapone a las enseñanzas de Cristo justificando el pecado con la frasecita: “Y bue… somos humanos” y el conformismo de esa frase es totalmente diabólica.

2) Fortalezas de la mente: Es la mente embotada con pensamientos negativos, llena de desesperanza y desaliento, es la mentalidad de derrota, de que nada vale la pena, de que todo está mal,, de que ya no se puede hacer anda. Pensamientos negativos que deprimen, que sacan de enfoque, que desestabilizan hasta el punto de creer que Dios no existe. Con esta forma de pensar nos lleva al caos total en la fe. El demonio no entra en nuestra mente como pancho por su casa por sí mismo, sino con nuestro propio permiso ¿Cómo lo hace? Lo hace generando situaciones que nos molestan, que nos cansan, que nos abruman y que generan una forma de pensar distinta a la que Dios nos ha compartido. Cuando vemos cosas que no nos gustan y no las cambiamos o no ayudamos a cambiarlas, ahí comienza el actuar del demonio para que nuestra cabeza se llene de pensamientos subjetivos, muchas veces irreales, pero que dañan muchísimo a nuestra alma y nos alejan de Dios. Nos alejan de Dios hasta el punto de reclamarle al Señor todo lo que nos sucede, Dios es el gran culpable.

Fortalezas ideológicas: son fortalezas de opiniones enraizadas, esas opiniones que nadie puede hacernos cambiar porque estamos convencidos de que es así. Esas formas de pensar y actuar que son muy propias y que no estamos decididos a cambiar y que no solo eso, sino que queremos imponer a toda costa. Son las fortalezas del orgullo, la soberbia, el egocentrismo, el pensar que somos los iluminados y que nadie más que nosotros tenemos razón. Nos cerramos de tal manera a lo que nosotros creemos que no damos espacio a que los demás pueda tener una forma distinta de pensar o de hacer las cosas. Nos imponemos de forma déspota, somos autoritarios, todo debe ser y hacerse a nuestra manera sino no sirve. Esta fortaleza crea división, broncas, malestares, produce sentimiento de huida. Pero también produce seguimientos y fortalezas de grupos, grupos ideológicos que se sienten maravillados por las teorías y dejan de seguir a Cristo para seguir a una persona y se cae fácilmente en la idolatría. Dios ya es secundario. El demonio se disfraza de ángel de luz para dar sus mensajes, usa a Dios y su santo Nombre para darnos a creer lo que quiere, y nos termina convenciendo de tal forma que se pierde el discernimiento.