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jueves, 26 de junio de 2014

ANIMARSE A CONSTRUIR!!

¿Quién no sueña o ha soñado alguna vez con una casa propia? Creo que es el sueño de todo ser humano, es una realización, es una gran satisfacción tener un "techo" como se dice.

¿Quién piensa o ha pensado alguna vez construir su casa espiritual? ¡¡AHH!! ¿Qué sería eso? Bien, que bueno que todos los hijos de Dios empecemos a tomar la debida conciencia de que, desde el día del Santo Bautismo, hemos sido constituídos "Casa de Dios" ¡¡SI!!

Dios, Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo habitan en nuestro interior, transformando nuestro ser en su casa, en su habitación, en su territorio, en su aposento... Dios no está lejos, Dios está en todas partes como lo dice la gran verdad de su Omnipresencia, pero también está y de una manera especialísima en cada uno de nosotros.

Esta realidad debe alentarnos a la construcción, a edificar esa casa bendita que somos en una casa digna. Dios debe, por derecho, tener su habitación digna, Dios no puede convivir con el pecado, Dios es Gracia y la Gracia es su presencia, por lo que es incompatible y no puede convivir con el mal, con el pecado, con todo aquello que no sea su gloria.

Es cierto que todos nosotros tenemos tendencia al mal, es cierto también que todos pecamos, es más cierto aún que no hay perfección en nosotros, que estamos heridos por el pecado, pero hay una verdad que sobrepasa todas estas realidades y es que la Gracia, la perfección están dentro nuestro y que bastaría una decisión para que la santidad comience a fluir en nuestra vida.

¿Una decisión? ¡SI! Decidirnos a estar atentos que somos barro pero que en nuestro interior habita Dios. Somos esos recipientes imperfectos que contienen la perfección. Si nos decidimos a estar atentos, todo lo que haremos por cuidar y cuidarnos, será santidad.

Qué bueno que cada día, en nuestra oración, en esa presencia divina, en esa habitación de la cual nos habla Jesús cuando nos aconseja que para orar "vayamos a esa habitación, en lo secreto, y hablemos con el Padre"; le pidamos al Señor que el resto del día sigamos teniendo presente que tanto nosotros, como quienes nos rodean, somos su casa.

Cambiaría nuestra realidad y la realidad que nos rodea, imperaría el respeto y el amor a los demás, teniendo en cuenta que ese mismo Dios que habita mi interior, habita el interior de mi hermano. Y que yo debo cuidar mi casa y no tengo derecho a ensuciar, maltratar o romper la casa de mi hermano.

Construyamos en conciencia y la santidad fluirá en nuestra vida. Amén

miércoles, 25 de junio de 2014

"POR SUS FRUTOS SERÁN RECONOCIDOS"

Jesús dijo a sus discípulos: 
Tengan cuidado de los falsos profetas, que se presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. 
Por sus frutos los reconocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos? 
Así, todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos. 
Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos. 
Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego. 
Por sus frutos, entonces, ustedes los reconocerán. 

Como nos dice el Señor, es imposible que un árbol malo produzca frutos buenos asi como un árbol bueno es imposible que produzca frutos malos. Y es muy obvio que el árbol se reconoce por sus frutos y en este detalle me quiero detener.

Detalle que contiene una gran amplitud de consideraciones: 

1. ¿Tengo identificados en mi vida los frutos que estoy dando? ¿Soy árbol bueno? ¿Soy árbol malo? ¿Cuál es mi identidad real? ¿Qué hay dentro de mi que se exterioriza?
Cada uno de nosotros somos ese árbol que Dios ha pensado desde toda la eternidad, pero también, cada uno de nosotros, gozamos de libertad para elegir, para hacer opciones, y para transformar esa sabia santa que por dentro nos inunda y fluye en algo más, simplemente en algo más.
Esto significa que, cuando el ser humano deja de tener conciencia de que la Gracia de Dios es necesaria, que Dios habita en nuestro interior y que somos Templos donde EL habita, en ese momento el árbol de vida que debería dar frutos buenos se transforma en un árbol estéril, en un árbol que no fructifica, en un árbol que no tiene raíces profundas.
Sin Dios no podemos fructificar en amor, en paz, en armonía, en fraternidad, en todas las cosas buenas que solo vienen de Él. Con Dios es cuando damos frutos abundantes que nuestros hermanos pueden disfrutar.
Hay veces que creemos que estamos dando los mejores frutos, pero porque nos estamos cegando en nosotros mismos y la soberbia nos ilustra una realidad inexistente y es ahí cuando comenzamos a preguntarnos ¿Por qué nadie ve lo que hago? ¿Por qué nadie valora lo que aporto? 

2. ¿Qué frutos estamos identificando? Se nos hace muy fácil identificar los frutos de los demás, pero a veces nuestros propios frutos no logramos saberlos. Muchas veces somos capaces de hacer una lista de defectos de nuestros hermanos, así como una lista de virtudes de ellos, pero nos cuesta identificar lo malo y lo bueno que tenemos. Muchas veces esperamos que los demás nos digan nuestros frutos, siendo que nosotros deberíamos saber examinarnos a nosotros mismos. Si bien la palabra dice que por nuestros frutos nos conocerán, si nosotros no conocemos nuestros frutos no podremos mejorar, en el caso que estemos dando frutos malos. Saber mirar nuestro interior es muy favorable para el crecimiento personal y espiritual, ser consciente de lo no tan bueno que tenemos es un paso grande para adelantar en nuestra lucha por la santidad. 
Y tener muy en cuenta que cada árbol debe saber que frutos está dando, no mirar tanto si el de al lado está dando uvas o manzanas, sino mejor ocuparnos si estamos dando el fruto correcto en nuestra vida. Ocuparnos de lo que nos corresponde personalmente para que así "nos reconozcan por nuestros frutos"

3. ¿Estoy conforme con mis frutos? No se me ocurre una árbol de manzanas queriendo dar higos, pero a los humanos nos sucede. Deseamos dar los frutos que da fulanito y nos perdemos de perfeccionar nuestra cosecha. A mi, a ti, a cada uno nos conocerán por NUESTROS frutos, no por el deseo de dar los frutos de mi hermano. Es interesante que nos empecemos a aceptar, dejar la envidia de lado y fructificar para la gloria de Dios, porque el reconocimiento no solo es del mundo, sino que Dios mismo nos tiene que reconocer por nuestros frutos. Si nos hizo manzanas, pues, manzanas espera de nosotros el Señor. Como nos dice San Pablo: unos son apóstoles, otros enseñan, otros sanan, pero todos lo hacen movidos por un mismo Espíritu y para la edificación de todos. Tengamos bien presente que el fruto que Dios espera de nosotros es de acuerdo a los dones con los cuales nos haya capacitado a cada uno. Amén

martes, 24 de junio de 2014

UNA VOZ CLAMA EN EL DESIERTO

Solemnidad del Nacimiento de San Juan, el Bautista.

«Surgió un hombre enviado por Dios, que le llamaba Juan... vino para dar testimonio de la verdad»
(Jn 1,6-7)

Una voz que clama en el desierto, una voz que anuncia que se prepare el camino, una voz que anuncia y denuncia, una voz profética, una voz que habla de parte de Dios.

Muchos cristianos piensan que ser profeta es para algunos o que es algo que ya pasó, que fue en el tiempo del Antiguo Testamento, muchos creen que hoy no existen los profetas o mejor dicho, que la profecía es un don para algunos. Si bien el don de profecía es un don que regala el Espíritu Santo a algunas personas, el SER profetas es una institución divina en nuestra vida desde el día del Santo Bautismo.

Todos somos profetas. Todos somos enviados a anunciar y denunciar. Todos tenemos la responsabilidad de dar a conocer la verdad de Dios, todos tenemos la responsabilidad de ayudar a los demás a vivir ese encuentro de Gracia con Cristo para que les cambie la vida, y todos somos responsables de decirle a los demás que también son profetas y comprometidos con la verdad de Dios, aunque no lo sepan o no lo quieran aceptar.

Un profeta no habla en nombre propio sino que anuncia la Palabra de Dios, habla de parte de Dios, es un enviado de Dios ¿Qué interesante sería vernos a todos cumpliendo nuestro ser PROFETAS?
Interesante porque no solo anunciaríamos sino que estaríamos comprometidos a vivir eso que anunciamos, porque también estaríamos recibiendo de los demás la misma Palabra que anunciamos.
Interesante porque las conversaciones serían buscando los "bienes de arriba", como nos exhorta San Pablo, sin quedarnos tanto en la queja, en los juicios, en la duda, en la pavada del mundo, sino que encontraríamos en cada conversación la luz que necesitamos y el mundo sería totalmente distinto.

Pero ¡Qué distinto se vive! Muchas veces, o siempre, los profetas no son bien recibidos, son maltratados, humillados, burlados, descreídos, como si sus palabras fueran propias. El mundo, sus hermanos, cierran el corazón a sus consejos porque se detienen en la persona, porque nadie recibe de nadie, porque está siempre la frase: ¡Qué me va a venir a decir este o esta! ¡Qué sabe!
Es probable que no sepa, es probable que se exprese mal, es probable que de tanto insistir se quede sin palabras, pero más probable y certero es que EL PROFETA habla de parte de Dios y quien no lo escucha se está perdiendo un tiempo de Gracia.

Debemos aprender a recibir y a dar, aprender a escuchar y a compartir, debemos estar atentos a que no todo es como nosotros pensamos sino que nuestra vida necesariamente debe estar orientada a Dios.
Todos somos profetas y todos tenemos la responsabilidad de ser como Juan, preparando el camino para la venida del Señor, preparando el camino para que muchos lo reciban sacramentalmente, preparando el camino para que muchos dejen la vida de pecado, preparando el camino para que muchos sean felices.

Porque ¡Qué bendición tan grande es que alguien, cumpliendo con su ser profeta, nos hable de Dios, de su verdad y de su amor! Amén

lunes, 23 de junio de 2014

¿POR QUÉ NOS RESULTA TAN FÁCIL JUZGAR?

"No juzgues para que no seas juzgado. Porque, con el juicio que juzguen serán juzgados, y con la medida con que midas serás medido. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano y no reparas en la viga que hay en tu ojo? ¿O cómo vas a decir a tu hermano: Deja que te saco la brizna del ojo, teniendo la viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano"

La hipocresía de la vida queda reflejada en este pasaje del Evangelio, donde el mismo Jesús nos dice "HIPÓCRITAS". Digo que Jesús nos dice porque creo firmemente que la palabra de Dios es viva y eficaz, es actual, es para cada uno de nosotros ahora. Y ahora Jesús utiliza esa palabra para darnos un consejo.

Como cristianos lo que más nos urge es seguir a Jesús, sino no tiene sentido el título de cristianos. En primer lugar viene a mi mente las luchas, peleas y hasta daño que nos hacemos entre las "religiones" que se denominan cristianas. Todas intentando sacarnos de los ojos las supuestas "basuras que tenemos" pero ninguna mirando hacia el interior para ver las "vigas que nos adornan".

Estos juicios y proselitismo nos alejan de la UNIDAD. Y todo porque no somos capaces, como seres humanos, de respetarnos. Respetar al otro significa aceptar su opinión y esperar que mi opinión sea respetada, dentro de un diálogo de paz, armonía y amor. Y llegar al acuerdo que Dios quiere y que siempre ha querido para sus hijos. 
Pero ¡NO! Resulta tan difícil encontrar lo que nos une que más bien nos divertimos resaltando lo que nos divide, lo que nos daña, lo que erramos...  ¡PERO TODOS NOS DENOMINAMOS CRISTIANOS!

Nos cabe el título de HIPÓCRITAS cuando no somos capaces de examinarnos, de tomar un camino de santidad en serio, cuando no somos capaces de ir hacia adelante en el camino que Cristo nos ha mostrado, cuando disentimos con la Fe y hacemos lo que se nos ocurre o se nos viene en ganas. Más exigimos a los demás que lo hagan, que crezcan y que, encima, nos tengan paciencia porque nosotros no sabemos lo que queremos.

Nos cabe el título de HIPÓCRITAS cuando ejerzo la corrección pero me falta la fraternidad, cuando le echo en cara a mi hermano lo que hace mal pero no busco la gloria de Dios en el, cuando le paso por sus narices todos sus pecados como si yo fuera Dios pero no lo exhorto a un verdadero cambio de vida y a vivir en el amor, cuando mis palabras no sanan los corazones sino que los hieren porque están cargadas de resentimientos y sin amor.

Nos cabe el título de HIPÓCRITAS cuando no nos animamos a dar una respuesta verdadera al Señor y a sus propuestas, a jugarnos por enteros, a decir un ¡SI! rotundo y radical. Cuando andamos a las vueltas y buscando no se que cosa en Dios y nos perdemos de disfrutar a Dios. Cuando pretendemos que otros nos den testimonio de Dios, que nos transmitan a Dios y no lo adoramos en nuestro interior, no lo reconocemos en nosotros y desde nosotros para los demás.

En realidad, el ser humano, vos y yo, tenemos el título de HIPÓCRITAS cuando gritamos a todo el mundo que amamos a Dios pero todo el mundo se queda esperando que ese amor se desborde para amar a todos como hermanos. Amén


domingo, 8 de junio de 2014

PENTECOSTÉS: REVELAR-RECONOCER-PROCLAMAR

Pentecostés tiene la finalidad de la última frase del relato bíblico: “Todos los oíamos proclamar las maravillas de Dios”

Los apóstoles recibieron el poder y la unción del Espíritu Santo, que les abrió la mente, les enseñó las escrituras, los movilizó a la predicación y los capacitó para cumplir con la misión para la cual el mismo fue enviado por el Padre y prometido por el Hijo.

Las maravillas de Dios no se ven con los ojos humanos, de hecho, podemos ver que los apóstoles estuvieron compartiendo con Jesús, viendo sus obras y aún así estaba llenos de miedo y sin entender nada de lo que sucedía a su alrededor. Fue en el momento de la Efusión del Espíritu que sus ojos espirituales se abrieron, se les corrió el velo que les impedía ver las maravillas de Dios y al verlas las reconocen y al reconocerlas las proclaman.

Ese actuar poderoso del Espíritu que hace este movimiento: revelar-reconocer-proclamar sucedió en Pentecostés, para que las maravillas de Dios sean vistas y oídas en todas las naciones según el envío que Jesús hace a sus discípulos.

Hoy en día, es el mismo moverse del Espíritu que nos revela, nos desvela, nos saca el velo de la humanidad para que las maravillas de Dios sean reconocidas por nosotros y al reconocerlas proclamarlas.

Sin la ayuda del Espíritu Santo este movimiento no sucede, porque la humanidad tapa la visión espiritual. Cada ser humano está convencido humanamente que todo lo que hace o todo lo que sucede a su alrededor es obra de su esfuerzo. Le es imposible, humanamente hablando, darse cuenta de que existe porque Dios le permite existir, no puede reconocer humanamente que la vida y todo lo que acontece tiene un propósito, por lo tanto, más imposible aún le resulta proclamar o atribuir a otra persona lo que le parece que le pertenece a el mismo. Por eso, sin la ayuda de Dios, humanamente, solo podemos alcanzar la vanagloria.

Pero, para eso entonces, fue que el Espíritu Santo desciende, enviado por el Padre después de la Promesa del Hijo, para hacer surgir en los corazones el movimiento de santidad y reconocimiento de Dios.
Nos ayuda a ver con claridad la obra de Dios, al verla somos capaces de reconocer que todo viene de Dios y a Dios le pertenece y al reconocer, solo así, somos capaces de proclamar.


Sin Espíritu Santo no hay TESTIMONIO. Por eso, dejemos que el Espíritu Santo obre en su movimiento espectacular de enseñanza y clarificación del entendimiento, para que nuestro corazón rebalse en deseos de Proclamar las maravillas de Dios, pues “de la abundancia del corazón habla la boca”. Amén