Buscar este blog

martes, 24 de junio de 2014

UNA VOZ CLAMA EN EL DESIERTO

Solemnidad del Nacimiento de San Juan, el Bautista.

«Surgió un hombre enviado por Dios, que le llamaba Juan... vino para dar testimonio de la verdad»
(Jn 1,6-7)

Una voz que clama en el desierto, una voz que anuncia que se prepare el camino, una voz que anuncia y denuncia, una voz profética, una voz que habla de parte de Dios.

Muchos cristianos piensan que ser profeta es para algunos o que es algo que ya pasó, que fue en el tiempo del Antiguo Testamento, muchos creen que hoy no existen los profetas o mejor dicho, que la profecía es un don para algunos. Si bien el don de profecía es un don que regala el Espíritu Santo a algunas personas, el SER profetas es una institución divina en nuestra vida desde el día del Santo Bautismo.

Todos somos profetas. Todos somos enviados a anunciar y denunciar. Todos tenemos la responsabilidad de dar a conocer la verdad de Dios, todos tenemos la responsabilidad de ayudar a los demás a vivir ese encuentro de Gracia con Cristo para que les cambie la vida, y todos somos responsables de decirle a los demás que también son profetas y comprometidos con la verdad de Dios, aunque no lo sepan o no lo quieran aceptar.

Un profeta no habla en nombre propio sino que anuncia la Palabra de Dios, habla de parte de Dios, es un enviado de Dios ¿Qué interesante sería vernos a todos cumpliendo nuestro ser PROFETAS?
Interesante porque no solo anunciaríamos sino que estaríamos comprometidos a vivir eso que anunciamos, porque también estaríamos recibiendo de los demás la misma Palabra que anunciamos.
Interesante porque las conversaciones serían buscando los "bienes de arriba", como nos exhorta San Pablo, sin quedarnos tanto en la queja, en los juicios, en la duda, en la pavada del mundo, sino que encontraríamos en cada conversación la luz que necesitamos y el mundo sería totalmente distinto.

Pero ¡Qué distinto se vive! Muchas veces, o siempre, los profetas no son bien recibidos, son maltratados, humillados, burlados, descreídos, como si sus palabras fueran propias. El mundo, sus hermanos, cierran el corazón a sus consejos porque se detienen en la persona, porque nadie recibe de nadie, porque está siempre la frase: ¡Qué me va a venir a decir este o esta! ¡Qué sabe!
Es probable que no sepa, es probable que se exprese mal, es probable que de tanto insistir se quede sin palabras, pero más probable y certero es que EL PROFETA habla de parte de Dios y quien no lo escucha se está perdiendo un tiempo de Gracia.

Debemos aprender a recibir y a dar, aprender a escuchar y a compartir, debemos estar atentos a que no todo es como nosotros pensamos sino que nuestra vida necesariamente debe estar orientada a Dios.
Todos somos profetas y todos tenemos la responsabilidad de ser como Juan, preparando el camino para la venida del Señor, preparando el camino para que muchos lo reciban sacramentalmente, preparando el camino para que muchos dejen la vida de pecado, preparando el camino para que muchos sean felices.

Porque ¡Qué bendición tan grande es que alguien, cumpliendo con su ser profeta, nos hable de Dios, de su verdad y de su amor! Amén

No hay comentarios:

Publicar un comentario