¿Quién debe
corregir?
Todos tenemos
el compromiso de cuidar a los hermanos. La corrección debe hacerla quien sabe
el pecado del hermano. No es necesario andar desparramando las equivocaciones
de los demás para ver quien se anima a corregir. Si, es necesario, que quien lo
sabe se sienta responsable de su hermano y lo haga caer en cuenta. Lo corrija y
lo acompañe en el camino de cambio que ese hermano va a comenzar. No es solo ir
a decirle al otro lo que hace mal, es hacerse uno con el otro y enseñarle que
eso que ahora le cuesta en algún momento me costó a mi también y entre los dos
ver como superarlo.
Somos
guardianes, y debemos guardar delicadamente el alma de nuestro hermano, y no
solo el alma, sino también su reputación. Que sea obstinado en un pecado no
significa que debe ser lapidado o señalado, significa que tal vez nunca nadie
le dijo nada, significa que tal vez no lo sabe, o puede significar que lucha
diariamente y no puede superarlo, motivo por el cual necesita más que una
corrección un acompañamiento de amor y paciencia.
Hay que
animarse a corregir porque eso implica obedecer a Dios. Nadie debe sentirse
ofendido cuando se lo corrige ni nadie debe sentirse maestro porque está
corrigiendo. El amor hace que la corrección sea equilibrada tanto para quien
corrige como para quien la recibe.
Debemos tener
en cuenta que la autoridad moral para la corrección ayuda mucho, pero tampoco
vamos a dejar de corregir al hermano porque yo también soy pecador. Eso ya se
sabe de antemano. Dios lo sabe y sin embargo nos pone a cuidar almas. Lo mismo
para quien la recibe, no porque el otro hermano sea pecador no me puede venir a
corregir, al contrario, se trata de cuidarnos unos a otros, amarnos a la
medida de Cristo que fue capaz de señalar los errores y de perdonar en el
momento que fue necesario.
Si no voy a
ser capaz de corregir a alguien con el amor que se merece y el acompañamiento
que requiere, entonces está bueno buscar a alguien responsable, especialmente
dentro de la comunidad, alguien que represente autoridad para que el hermano
pueda recibir la corrección. Pero solo a esa persona, nada de andar buscando a
uno y a otro para ver quien se le anima, así no es la cosa, el tema es amar y
en ese amar buscar la mejor forma para que mi hermano crezca y glorifique a
Dios.
Y el amor, el
amor es la mayor motivación. El texto citado de la Sagrada Escritura es del
antiguo Testamento, Cristo vino a ponerle un nuevo sentido a todo y a todas las
prácticas, por lo tanto, ahora a nosotros nos toca el amor, ser profetas del
amor de Dios. Llegar al hermano porque lo amo y quiero lo mejor para él en Dios
y que mi hermano llegue a mi porque me ama y tiene el mismo interés y
propósito.
Sin amor no
podemos hacer nada, sin amor ni siquiera podemos plantearnos una corrección y
sin amor, es muy probable, que ni siquiera nos animemos a corregirnos nosotros
mismos, por eso andamos estancados en el camino de conversión. Si nos falta
amor nunca corregiremos ni nos dejaremos corregir. Pero si hay amor la
corrección solo será una manera concreta y práctica de demostrarnos cuánto
valemos unos para los otros y a través nuestro cuánto valemos para Dios.
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