Respecto a este precioso y quisquilloso tema que es la Corrección Fraterna, quiero compartir la cita bíblica del Antiguo Testamento, un
oráculo del Señor al profeta Ezequiel, donde le dice lo que debe hacer por su
hermano y el compromiso que esto conlleva.
“Si el justo deja de hacer el bien y comete
la injusticia, pondré una piedra delante de él para que se caiga y morirá. Si
tú no se lo has advertido, morirá a causa de su pecado, se olvidarán de las
buenas acciones que haya hecho, pero a ti te pediré cuenta de su sangre. Pero, si tu adviertes al justo para que no peque y siga sin
pecar, vivirá gracias a tu advertencia, y tú habrás salvado tu vida” (Ez.3, 20-21)
Como podemos
observar, la Corrección Fraterna, es en primer lugar la misión del profeta. Una
misión es un encargo de parte de Dios que hay que cumplir, que debe cumplirse
porque Dios así lo quiere y es algo que le dará gloria, pero no solo le dará
gloria sino que beneficiará tanto al profeta como a todos los demás.
No podemos
andar por el mundo diciendo que somos profetas si no nos hacemos “Cargo” del
hermano.
En su Palabra, el Señor considera al hermano como una persona
“justa”, una persona que pretende vivir bien, que conoce los caminos de Dios,
pero también nos hace entender que esa persona justa y con buenos propósitos
puede caer, puede cometer errores, puede pecar y ofender a Dios. No por ser
justa está libre de pecado, más bien, por ser justa está rodeada de situaciones
pecaminosas que a veces no puede superar, o no tiene la fuerza necesaria para
superar, o no tiene un “profeta” que le hable de parte de Dios y le haga ver
las cosas como debe hacer o decidir para la gloria de Dios.
Dios es muy
claro en la misión encomendada al profeta: “Si no le adviertes te pediré
cuentas” en cambio “si le adviertes, gracias a tu advertencia habrás salvado tu
vida”.
La advertencia
al justo es precisamente la Corrección, es decirle al hermano, de parte de
Dios, que se aleje del pecado, es hacerle ver el error que está cometiendo, es
señalarle el camino correcto hacia Dios y en su santa voluntad.
Somos
profetas, tenemos como misión fundamental la corrección del pueblo de Dios,
pero como hermanos tenemos la misión más preciosa y especifica que es la
corrección animada por la fraternidad. La persona a quien nos toca corregir no
es un simple justo, no es un fulano, es un “HERMANO”. A eso se le llama
fraternidad. Por lo tanto, es mayor el compromiso, porque en vez de corrección
podríamos decir que ejercitamos el “cuidado fraterno” y más, podemos agregarle
un plus, es el cuidado fraterno del alma de mi hermano.
Cuando tomemos
conciencia de que a eso se refiere la corrección ya no tendremos escusas ni
para callar ni para herir, sino que buscaremos siempre el bien como madre solícita
que cuida de sus hijos, en nuestro caso, hermanos amantes que cuidan almas para
Dios.
¿Que es
corregir?
Según el
diccionario tenemos varias definiciones: Señalar, enmendar, llamar la atención,
moderar, advertir, y otras, pero la más bonita es esta palabra “templar”.
Y templar
significa: Quitar el frío de una cosa calentándola
ligeramente ¡Qué maravilla! Si pudiéramos reconocer que en cada corrección que
hacemos estamos sacando el frío y poniendo el calor del amor, el calor del
Espíritu, el calor de Dios en el alma de un hermano. Cada vez que corregimos
estamos alentando a dejar la frialdad del pecado para vivir en el calor de la
vida de Gracia. Es inestimable el valor de una corrección en el alma ya que la
estamos conduciendo hacia Dios, y lo más inestimable es que Dios confíe en
alguien que también se equivoca y que también necesita ser templado para
hacerlo.
Otra definición de templar es poner un instrumento musical
en el tono adecuado, especialmente el propio instrumentista en el momento
previo a comenzar a tocar ¡Cómo no alabar a Dios! Es tremendo el encargo que
nos hace, es ayudar al hermano a que su alma tenga la melodía de Dios, y la
melodía de Dios suena en la Gracia. Es decir, ayudar al hermano a interpretar
la música de la vida en Dios. Y más aún, no como simples templadores, por
llamarlo así, sino más bien como “propio instrumentista”. Es decir,
considerando al hermano como mío. Mi hermano, mi alma, mi regalo de Dios.
¿Quién se anima a decir que la corrección es algo duro o
feo? ¿Quién se atreve a decir que la corrección solo hiere o hace daño? ¡NO! La
corrección es lo mejor que nos puede pasar y lo mejor que podemos hacer, es
cumplir con la misión de profetas.
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