¿QUÉ ES ORAR?
Es
una muy buena pregunta para hacernos a diario, y cada día iremos encontrando
nuevas respuestas, porque al cuestionarnos iremos viendo que la mejor forma de
saber, de aprender sobre la oración es simplemente experimentándola.
Hay
muchas definiciones, o mejor dicho, muchas formas distintas de definir la
oración pero comprometidas con la misma esencia y enseñanza, distintas
palabras pero la misma verdad, por lo tanto, la definición muchas veces también
dependerá de la experiencia que cada uno tenga de la oración.
Según
el diccionario, la palabra oración proviene del latín: oratio. El
concepto de oración tiene diversos usos. En la gramática, este término se refiere a la palabra o al conjunto de palabras
con autonomía sintáctica. Esto quiere decir que se trata de una unidad
de sentido que expresa una
coherencia gramatical completa. La oración es el constituyente sintáctico más
pequeño posible que
puede expresar una proposición lógica.
¿Complicado?
Para nada. Simplemente oración según esta definición nos dice que son palabras
que se usan para expresar algo y que no determina a la oración las pocas o
muchas palabras utilizadas. Nos dice la definición que una sola palabra puede
ser una oración, así como un conjunto de palabras también pueden serlo.
Nos
dice también: En otro sentido, una oración es una súplica,
un ruego o una alabanza que
se hace a Dios
o a los
santos. La oración puede formar parte de un rito de la religión, como en el caso de la Misa.
Podemos comenzar a vislumbrar que la oración es algo que se dice,
es una expresión, es una o muchas palabras que salen de nuestro ser para
comunicar algo, y que puede ser que alguien lo exprese solo o puede ser también
que lo haga entre muchos, como parte de un rito o de un compartir.
El Catecismo de la Iglesia Católica, en el número 2564, nos dice :
“La oración cristiana es una relación de Alianza entre Dios y el hombre en
Cristo. Es acción de Dios y del hombre; brota del Espíritu Santo y de nosotros,
dirigida por completo al Padre, en unión con la voluntad humana del Hijo de
Dios hecho hombre”.
Cuando empezamos a ahondar en el concepto que a nosotros nos
interesa nos vamos dando cuenta de que la oración no es un simple concepto
gramatical, sino que va más allá de una simple definición, nos compromete la
vida. Y el compromiso es tal que no solo es expresar palabras, decir palabras,
sino que marca una Alianza, un pacto, un deber, una responsabilidad, una tarea
necesaria entre nosotros y Dios. Por lo que podemos, entonces, ir dejando en
claro que la oración verdaderamente importante es la que está dirigida a Dios,
la que se usa para comunicarse con Dios, la que responde a Dios, la que le da
participación a Dios. La oración es la palabra o el cúmulo de palabras que está
orientada a Dios, buscando intensamente entablar un diálogo con Él, y de
corazón a corazón.
Y los santos, nuestros hermanos que nos han dejado mucha enseñanza
con sus vidas, también pueden ayudarnos a ver con claridad lo que ellos
experimentaron de la oración y que los llevó a poder dar una definición:
“Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla
mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde
dentro de la prueba como en la alegría (Santa Teresa del Niño Jesús )
“La oración es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios
de bienes convenientes”(San Juan Damasceno )
“La oración es tratar a
solas con quien sabemos que nos ama” (Santa Teresa de Ávila)
“La oración es una escucha
en profundo silencio de lo que habla Dios, el Señor” (San Juan de la cruz)
“Mi secreto es de lo más
simple. Rezo y a través de mi oración me convierto en alguien que ama a Cristo,
y veo que rezarle es amarlo y eso significa cumplir con su palabra” (Madre
Teresa de Calcuta)
Y así, muchas definiciones, salidas de las más preciosas
experiencias, que ahora nos ayudan a nosotros a identificarnos con esta
realidad, que por nada del mundo debería estar ausente o relegada en nuestra
vida.
Orar es, por lo tanto, el uso de palabras para comunicarnos
con Dios. Entrar en contacto con Él. Dialogar. Expresarnos en su presencia.
Tratar de amistad, es decir, hablar con Dios como con un amigo. Hablar con Dios
como con una persona que está cerca, que me escucha, que me presta toda su
atención, que me entiende y comprende muy bien lo que le estoy diciendo. Orar
es entablar una buena relación con Dios, es cumplir con el compromiso de que
Dios sea alguien en mi vida, de hacerlo cercano, de dejarlo que me conozca y
eso se da en una charla cotidiana y tendida, en un buen rato de compartir.
La oración, bien podemos decir y sin temor al error, es el
oxigeno de nuestra alma. Nuestro interior está habitado por Dios y ese estar
del Señor en nosotros exige atención, entonces la oración viene en nuestro auxilio
para que ese don tan precioso que tenemos dentro nuestro empiece a tener
sentido, para que empecemos a tomar conciencia, para que disfrutemos de esa
vida celestial que llevamos dentro, para que no andemos buscando perdidamente
afuera lo que tan pronto podemos encontrar adentro.
Orar no es perder tiempo, orar es ganarlo.
Detenerse a charlar con Dios es lo mejor que podemos hacer, es la manera más
propia de cuidar nuestra alma, es la forma mas precisa de crecer para la gloria
de Dios, es la manera mas rápida para sanar heridas espirituales, es la forma
más acertada de conocer la voluntad de Dios. La oración es el Templo del
encuentro, y todos, necesariamente todos, debemos ir a ese lugar a abrazar a
Dios y a dejarnos abrazar con Él.
Jesús, en Mateo 6, 6 nos dice: “Tú, en
cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu
Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te
recompensará.
Nos habla de retirarnos a nuestra habitación, y
tal vez muchos podemos decir “pero yo no tengo una habitación propia” “yo no
tengo mi espacio personal”; pero acá podemos ver que la invitación de Dios no
es solamente a un espacio apartado, sino que habla de orar en “tu habitación” y
ese lugar sí es tu espacio, es de tu propiedad, es tuyo y solo tuyo. Ese lugar
es especialmente personal, porque ese lugar es allí, precisamente allí donde
habita Él, el templo de su Espíritu, tu ser, tu corazón. Allí es donde Dios nos
invita a orar, en nuestro interior, ir al encuentro de Él. Allí donde personalmente
cada uno puede tener esa charla con Dios sin que nadie interrumpa, sin que
nadie se meta, sin que nadie diga como o cuando. Esa intimidad con Dios la
podemos y la debemos tener todos y cada día de nuestra vida, porque es allí
donde Dios nos espera para hablar.
La oración no es un montón de palabras que salen
de nosotros dirigidas al viento o a la lluvia, no es un poema de enamorados que
andan llorando por su amado que no saben donde está, lo bueno de la oración es
que va dirigida específicamente a Dios y es EL quien nos escucha y es EL quien
nos responde.
Ojalá pudiéramos tomar conciencia de que, pobres
criaturas como nosotros, podemos entablar un diálogo con una persona tan
Grande, Infinita, Eterna, Poderosa y todos los demás atributos de Dios. Y ojalá
también, pudiéramos darnos cuenta que muchas veces nos desvivimos por poder
tener una comunicación con alguien que de repente, como humano, puede hacer
algo por nosotros, y descuidamos a Aquel que en realidad no solo puede hacer
algo por nosotros sino que puede HACERLO TODO.
En resumen, orar es hablar con Dios, dialogar
con El, entablar una comunicación que nos hace bien, que nos impulsa, nos
libera, nos sana y nos hace crecer. Orar es ir al encuentro de Dios, conocerlo,
saber de sus pensamientos y descubrir los planes que tiene para nuestra vida.
Es disfrutar de saber que el que nos escucha no es uno como nosotros sino que
es el Señor.
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