Buscar este blog

martes, 11 de marzo de 2014

¿QUE TAN SECO SE ENCUENTRA TU CORAZÓN?

La sequedad del corazón es un problema que nos aqueja, hoy día, a muchos cristianos que ya hemos tenido un encuentro con Cristo pero que no hemos sabido alimentar el encuentro diario con EL.

La sequedad del corazón no es lo mismo que la tibieza espiritual, no es lo mismo que la desidia, no es lo mismo que la indiferencia. La sequedad es un estado interior que nos permite experimentar la sed de Dios pero nos sentimos incapacitados de llenar esa sed.

Al sentir esa incapacidad nos vamos llenando de prácticas, a veces demasiado externas, que nos aturden y no nos permiten disfrutar de la presencia de Dios.
Oraciones aprendidas, mecánicas, sin amor incluso. Rezos y rezos, palabras y más palabras, y el encuentro con Jesús en la oración se transforma en un monólogo de fórmulas que llenan la mente pero no cubren la sed de Dios. No es que esté mal las devociones, o las novenas, o las oraciones dirigidas a los santos, son prácticas que nuestra iglesia nos regala para acrecentar la devoción.

Pero la sed de Dios es otra cosa, y la sequedad del corazón es la necesidad de estar con Dios, de llenarnos de Dios, de colmarnos de esa agua Viva que EL solo puede darnos.
Sequedad del corazón es ese espacio vacío que nadie más que Dios puede llenarlo y que cuando vamos al encuentro del Señor nosotros somos quienes lo llenamos a Dios, si, lo llenamos de palabras, de pedidos, de exigencias, de quejas... y no permitimos, y no nos permitimos un momento de intimidad con EL.
Intimidad donde nos hable, donde nos acaricie el alma, donde nos refresque con su agua viva. Un momento de silencio y adoración, sin palabras, sin excusas, sin nada mas que DIOS. Solo Dios y nosotros, Dios y nuestro corazón, Dios y nuestra tierra reseca sedienta y ardiente de EL.

Es de una imperiosa necesidad que nuestra oración, nuestro encuentro con Dios, sea un verdadero encuentro. Encuentro con su Palabra que penetra en nuestro interior como agua que fecunda todo nuestro ser, encuentro con el Amor de Dios que invade nuestro corazón haciendonos sentir verdaderamente felices, encuentro con la Misericordia de Dios que nos da la dicha de sentirnos perdonados y la capacidad de perdonar, encuentro con el poder de Dios que nos levanta en su gloria y nos colma de su unción. Y ese encuentro se dá cuando le damos el espacio a DIOS.
Si vamos a su encuentro, es precisamente, a eso a lo que vamos. A encontrarnos con EL. Nuestra oración cristiana no es una oración filosófica o de expresiones iluminativas, sino que es una fórmula simple: dejar que Dios sea Dios en ese momento para que en toda nuestra vida luego también sea Dios.
No vamos al encuentro de nosotros mismos, no vamos al encuentro de un punto en blanco o de una respiración relajada, vamos al encuentro de una PERSONA que nos espera y que puede hacer grandes cosas en nosotros en ese momento y siempre.

Por eso, si nuestra oración se ha colmado de formulas, o cosas raras, o demasiadas palabras... nuestro corazón sigue seco. Y si lo seguimos llenando de cosas, aclaro, no se calmará nunca su sed. Porque lo único que calma la sed es el agua, por lo tanto, lo único que puede regar nuestro corazón en sequedad es Dios y así, luego, como dijo Jesús, de nuestro interior brotarán ríos de agua viva.

Animémonos a estar en silencio y adoración con el Señor, dejemos que sea EL quien nos hable y que sea EL que haga lo que tiene que hacer y lo que puede hacer, que es mucho más de lo que pensamos o pedimos. amén

No hay comentarios:

Publicar un comentario