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martes, 3 de diciembre de 2013

PROFETAS Y DON DE PROFECÍA

«Antes de formarte en el seno de tu madre, ya te conocía; antes de que tú nacieras, yo te consagré, y te destiné a ser profeta de las naciones.»

¡Qué maravilla! ¡Qué gran regalo! Y para todos. Todos los bautizados compartimos con Cristo Jesús su ser profeta, profeta de las naciones, profetas que declaran en el Nombre de Dios que el Reino está cerca y que la Buena Noticia debe ser creída y aceptada.

Nuestra misión como Bautizados es hablar en Nombre de Dios y esa es la misión profética que tenemos, esa es la misión para lo que desde antes de nacer, antes incluso de formarnos en el seno de nuestra mamá, Dios ya iba preparándonos para esta gran misión.

El profeta no habla en nombre propio, el profeta habla en Nombre de Dios, habla palabra de Dios, lleva mensaje de Dios, mensaje de paz y de amor, mensaje de conversión, mensaje de vida nueva, mensaje de salvación. El profeta dice lo que Dios quiere decirnos y lo que Dios ha dicho desde hace tiempo para que lo escuchemos, para que lo recibamos y lo disfrutemos. El profeta es el enviado por Dios para convencer al corazón humano de su gran e infinito amor.

El mensaje, entonces, del profeta es el amor de Dios por su pueblo, amor que lo lleva incluso a enviar a su propio Hijo para salvarnos, no para condenarlo. Y esa misión nos corresponde a todos, especialmente a los bautizados y mucho mas aún a los que decimos que hemos experimentado el amor de Dios y un encuentro con el Señor.

"En primer lugar están los que Dios hizo apóstoles en la Iglesia; en segundo lugar los profetas; en tercer lugar los maestros; después vienen los milagros, luego el don de curaciones, la asistencia material, la administración en la Iglesia y los diversos dones de lenguas.
¿Acaso son todos apóstoles?, ¿son todos profetas?, ¿son todos maestros?, ¿pueden todos hacer milagros, curar enfermos, hablar lenguas o explicar lo que se dijo en lenguas?" (1Cor.12, 28-30)

El don de profecía es una experiencia del Espíritu Santo y su preciosa unción específica que usa a una persona para decirnos algo específico, haciéndolo a través de revelaciones, visiones, palabras específicas, sucesos, promesas. No todos recibimos el don de profecía como tal,lo que si todos recibimos es el ser profetas para anunciar las maravillas de Dios.

Hay que abrirse a la acción del Espíritu Santo y pedir el don de profecía para la edificación de la Iglesia, lo que no debemos hacer es abusar de este don diciendo cosas basadas en nuestros deseos, anhelos o, incluso, falsas visiones que pueden llegar a alimentar la sensibilidad de los demás y más adelante, al no cumplirse la profecía cuestionar a Dios.

Cuando se ejerce el don, discernido, de profecía, puede ser que el mensaje sea para alguien en particular o para toda la asamblea. Cuando verdaderamente es don del Espíritu toca el corazón de quien lo recibe y lo dispone a alcanzar dicha profecía. La persona que escucha lo siente fuertemente dicho para Él y se lo apropia.

Por eso, quien considera tener el don de profecía debe tener una profunda comunión con el Espíritu de Dios, hablar y ejercitarlo en momentos de oración y siempre y cuando resuene fuertemente en su interior que tiene que hablar. Hablar por hablar puede ser muy dañino para la comunidad como para uno mismo.

Dios quiera iluminarnos y alentarnos a ser profetas de su palabra que es viva y eficaz, y quiera regalarnos el don de profecía, que al actuar se hace fecundo, alienta la vida eclesial y nos ayuda a santificarnos por medio de los mensajes específicos para cada uno. amén


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