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jueves, 5 de diciembre de 2013

PALABRA DE CONOCIMIENTO

"Jesús bajó a Cafarnaúm, pueblo de Galilea. Enseñaba a la gente en las reuniones de los sábados, y su enseñanza hacía gran impacto sobre la gente, porque hablaba con autoridad" (Lc.4, 31-32)

Jesús enseñaba sobre las reuniones de los sábados, tema demasiado importante para la época, como si cada uno de nosotros enseñáramos hoy sobre la Santa Misa y el valor incalculable de participar los días domingo, celebrar el día del Señor.

Jesús enseñaba, siempre enseñaba, su vida y sus palabras eran enseñanzas. Todo en EL nos habla de la vida que el Padre quiere para cada uno de nosotros, de la voluntad de Dios, de lo correcto, del camino seguro.

Y la enseñanza de Jesús hacía, como dice la palabra, un GRAN IMPACTO sobre la gente, porque les hablaba con autoridad.

Este versículo del evangelio debe resonar en nosotros con ese tremendo impacto y llevarnos a la reflexión de nosotros mismos ¿Cómo es nuestra enseñanza? ¿Qué impacto produce en los demás? ¿Cuál es nuestra autoridad?

Cuando estamos llenos del Espíritu Santo las palabras que salen de nuestra boca no pueden ser palabras que hieran, palabras que provoquen ira, palabras que desentonen con la enseñanza que queremos dar. Más bien, al ser llenos del Espíritu Santo las palabras causarán un impacto en el corazón del hermano que lo llamará a la conversión, a un cambio de actitud.

Esta Palabra no solo podemos aplicarla a la enseñanza, sino también a la corrección fraterna. Si somos llenos del Espíritu Santo, cuando corregimos al hermano sin dudas lo estimularemos a dejar de lado lo que no está bien y volver al camino acertado que le queremos mostrar, se sentirá amado y gustoso de haber recibido luz. En cambio si lo hacemos desde nuestra humanidad molesta, sin dudas también, el hermano querrá hacernos desaparecer, encenderemos su ira, su rencor y le estaremos produciendo una piedra en el camino en vez de mostrarle el camino.

Pero ¿Qué pasa cuando se habla con la autoridad de Dios y a alguien le molesta? Gran pregunta. 
Puede suceder que en una charla, o en una predica, o en un compartir, si la persona se deja ungir por el Espíritu Santo reciba el don denominado: PALABRA DE CONOCIMIENTO, que es la autoridad de Dios para corregir en ese momento y que causa un gran impacto en el corazón del hermano. 
Si un hermano se enoja o se molesta o huye ante esta situación es porque no sabe recibirlo de parte de Dios, sino que se queda en la persona que habló y a esta persona le atribuye lo dicho.

Muchas veces he escuchado esto ¡Pero quien se cree que es para "decirme" eso! ¿Cómo supo eso y encima lo hizo público? Como se suele decir "Le quedó justito el poncho y se lo puso", pero noo es porque la otra persona sepa tal o cual situación, sino que Dios usa a sus profetas para que hablen en su nombre. Y Dios no deja a nadie al descubierto, Dios no es asi, Dios es respetuoso. El que se pone al descubierto es la misma persona que se enoja por lo que se dijo.

Esta es la autoridad de Dios. Y ese es el impacto, que, aunque a muchos no les guste o después pidan razones explicativas del caso, hay que hacerlo y dejar que Dios corrija a sus hijos. De alguna manera debemos entender que Dios nos ama y cuando hay algo que no está bien "NO ESTÁ BIEN", y Papá Dios se encarga de hacerlo ver.

Felices los que son capaces de recibir el amor de Dios a través de la Palabra de conocimiento y aceptar que es necesario un cambio para agradar a Dios. Amén


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