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lunes, 27 de enero de 2014

CALLAR NO SIEMPRE ES LO MEJOR

La tentación de callar
Preciso es orar para no caer en tentación. Preciso lo es también para saber discernir lo que viene de Dios, lo que nace de nuestra imaginación y lo que es una propuesta del enemigo.
La oración nos da pautas concretas de que la voz de Dios siempre nos encaminará a la verdad y a jugarnos por la verdad. Dios no nos miente y nunca nos incitará a mentir. Dios siempre nos habla, nunca nos incitará o aconsejará callarnos ante el pecado o el error.
Dios nunca tapará nuestra boca para que una verdad no salga a la luz, Dios nunca propiciará las tinieblas, el enredo, la oscuridad, esa cosa que no nos deja avanzar y que hablando se solucionaría. Por eso, en la oración diaria descubrimos que la voluntad de Dios es total y abismalmente distinta de la voluntad del demonio. No tiene comparación alguna. Un alma orante sabe discernir y actuar en consecuencia, porque en la oración escucha la voz de Dios y aprende de EL.

Nunca debemos hacer locuciones solitarias o pensamientos en voz alta de algunas razones que no sabemos como resolver, porque nuestro enemigo el diablo, como león rugiente, anda buscando a quien devorar y si se le da la oportunidad hará lo posible para darnos ideas erróneas.
En una situación específica, por ejemplo, donde sabemos feacientemente, y eso lo subrayo, feacientemente, que tenemos la posibilidad de poner luz hablando, el enemigo buscará la forma de taparnos la boca para que esa luz que viene de Dios no disipe las tinieblas que el está poniendo en la vida de los hermanos.

Cuando no nos jugamos por la verdad, cuando no aclaramos las cosas con los hermanos, cuando no optamos por el diálogo cuando sabemos que eso sería la solución, cuando no ponemos a la luz una situación de error, cuando no decimos lo que debemos y tenemos que decir en el momento preciso, eso es una de las mayores tentaciones y que afecta enormemente a nuestro espíritu.
Afecta a nuestro espíritu porque al no hablar nos hace daño, nos llenamos de bronca y rencor, nos ponemos mal porque pretendemos que nos entiendan y nadie lo hace, nos sumergimos en un eterno círculo de juicios, enredos, peleas, y todas esas cosas que no edifican por no decir de una vez lo que es correspondiente, pensando que no hablando se hace lo mejor, se guarda al otro, o se pone al resguardo la dignidad de la persona. En nombre de todas esas cosas que parecen buenas, incluso hablando de la dignidad, el enemigo usa nuestro silencio para sembrar y sembrar cizaña y así ganar el terreno de nuestra alma y no solo eso, el terreno de los demás y hasta destruir una buena obra de Dios.

Hay que ser inteligentes y darnos cuenta de que si de una vez hablamos y decimos lo que sabemos, ponemos luz en la situación, no estamos haciendo otra cosa que la voluntad de Dios y Dios es luz y donde hay luz nunca habrá tinieblas. Hay que animarse a decir las cosas, a dar la cara, a no pretender que los demás se ocupen cuando me corresponde ocuparme a mi del tema. Mi silencio puede dañar mucho, y el daño es a mi mismo y a los demás.
El que calla otorga dice el dicho y andan dando vueltas algunos escritos que lo han cambiado un poco, diciendo que no siempre otorga sino que a veces el silencio es porque se está cansado de hablar con idiotas. Pregunto ¿De quién puede ser esta idea?
En primer lugar considerar a los demás idiotas denota una falta de amor, y un orgullo que no viene de Dios, nunca vendrá un consejo así de Dios. Pero, muchos, caemos en el error de pensar asi.
Claro ¿para que voy a hablar si nadie me escucha? Si lo que yo digo nunca tengo razón, nadie me tiene en cuenta... frases del enemigo sembradas en la mente humana ¿Para qué? Para que las tinieblas sigan, para que los hermanos estén separados, para que reine la discordia y la falta de dialogo, para que no se puedan solucionar las cosas que simplemente hablando tendrían un corte definitivo y mucha luz.

Principalmente debemos hablar, pero la cuestión de hablar, de aclarar, de expresarnos debe ser en el momento justo, con las palabras concretas y con la persona exacta.
El momento justo es el tiempo en el cual sabemos que está sucediendo tal o cual cosa, o en el momento en el cual necesito decirlo, sin sacar ni agregar nada, poniendo amor y corazón en lo que digo. Eso sería las palabras concretas, no tengo que inventar nada, simplemente decir lo que se, lo que ví, o si me dijeron así como lo recibí, o lo que siento así como lo estoy sintiendo, con la plena confianza de que mi expresión será tomada con amor y agrado, recibiendo de la otra parte la luz de Dios. Y esto sería la persona exacta. Yo tengo que hablar con quien corresponde hablar, ya sea con la persona implicada, con un superior, con mi director espiritual, pero que sea la persona correcta la depositaria de mi expresión, eso es poner luz.

Si yo ando hablando una y otra cosa con una y otra persona, entonces eso tampoco es de Dios, es se llama chusmerío, chisme, murmuración, y eso pone tinieblas, nunca habrá luz si yo me ocupo de andar diciendo varias versiones de una misma cosa con distintas personas. Y eso es claramente del demonio.
El demonio nos hace callar lo que es justo y con la persona exacta pero nos incita a hablar lo que es oscuro e incorrecto con las personas equivocadas, con el único fin de crear discordias, quitar la paz y detener el crecimiento personal y comunitario.

Nunca callemos una verdad o nuestras propias razones, pero tampoco nunca andemos hablando descolocadamente. Esta tentación se la vence con la virtud de la prudencia, que hace que sepamos discernir el momento justo, las palabras concretas y la persona exacta para expresarnos.

Cuando nos demoramos en hablar porque supuestamente “lo estamos orando”, les puedo asegurar que esa oración no está precisamente dirigida por el auxilio que viene de lo alto, es probable que esté dirigida por nuestro ego herido por tanto callar, o por nuestro orgullo que no me deja hablar y quedar expuesto, o por mis temores a decir la verdad porque pueden caerme juicios o incomprensiones, o por mi mala disponibilidad para expresarme ya que me considero una víctima en el suceso; muchas probabilidades de motivación de “orarlo” pero que en realidad no se ora, sino que se carcome los sentimientos buenos hasta que explota sacando todo lo malo que produjo en todo ese tiempo supuesto de oración.
Y ¿Por qué digo que no se lo está orando? El discernimiento es muy fácil, porque mientras yo me tomo todo el tiempo del mundo en el silencio, en otra parte mis hermanos sufren, mis hermanos no entienden lo que pasa, está todo en tinieblas, y yo me sigo tragando esa cosa que en realidad tengo ganas de gritar. Y eso no es fruto de la oración, el fruto de la oración es la paz y la luz.

Si oramos el tema, se lo presentamos a Dios, pueden existir dos posibilidades: que Dios me envie imperiosamente a hablar, o que Dios me de la capacidad de asumir de tal manera la situación que me sana el corazón y la mente y todo queda en paz. Pero, de todos modos, cuando es hacia afuera, cuando es algo que necesita reparación y luz, el Señor, en oración siempre me enviará a hablar, a decir la verdad, a exponer, a expresarme, a sanar a todos los demás con mis palabras.
Dios es un Dios que habla, Dios nunca se queda callado, no se quedó callado ni se quedará callado nunca; siempre comunicó lo que necesitaba decirle a los hombre, siempre suscitó formas de comunicación y personas que hicieron de portavoz, así lo mismo ahora, es nuestro tiempo y a nosotros nos usa como instrumentos para que pongamos luz con sus palabras y con el amor.

El silencio es muy grato, ayuda a la oración, hace bien al alma, propicia el encuentro con Dios, es necesario; pero el silencio de un corazón y una mente que están en paz es el que sirve, el silencio del que se calla porque se deja ganar por la tentación es un silencio destructivo y en nada se compara al silencio del amor de Dios. Es dañino para nuestro espíritu y para los demás.

Muchas veces este silencio cómplice del demonio es el que abre grietas en las vidas y en las comunidades y luego nos preguntamos ¿Por donde se metió el mal espíritu? Respuesta: por tu boca cerrada en el momento en el cual tenias que hablar.

No nos carguemos con cosas que nos hacen mal simplemente porque nos dejamos engañar por el enemigo de nuestra alma. Por eso Jesús nos dice: “oren y vigilen para no caer en tentación”
La humanidad está muy pendiente de caer, es muy frágil, pero el espíritu que tiene comunión con Dios en la oración diaria crece en virtudes y sabe bien discernir entre el bien y el mal, y todo lo hace para agradar a Dios y cumplir con su santa voluntad.


Quien ora jamás se dejará llevar por la complicidad silenciosa del demonio que corroe las construcciones, más bien pondrá luz de inmediato desbaratando las obras del maligno y volviendo al único y verdadero eje de toda nuestra existencia: DIOS Y SOLO DIOS.

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